lunes, 6 de mayo de 2013

Libro: Un punto de vista radical sobre la educación de los niños

Me encontré esta nota en mi fb y quise traerla para este blog, ya que pienso retomarlo iré trayendo escritos y reflexiones que tengo regadas por la web...
La escribí en julio 2010! Son mis anotaciones del libro: SUMMERHILL. Un punto de vista radical sobre la educación de los niños. Alexander Sutherland Neill capítulo “La educación de los niños”.

EL NIÑO LIBRE
Hay en el mundo tan pocos niños autónomos que todo intento de describirlos tiene que ser un ensayo titubeante.
La autonomía o gobierno de sí mismo implica la creencia en la bondad humana, creencia en que no hay, ni hubo nunca, pecado original.

La autonomía significa el derecho del niño a vivir libremente, sin ninguna autoridad exterior en las cosas psíquicas o somáticas. Significa que el niño se alimenta cuando tiene hambre; que adquiere costumbres de limpieza sólo cuando quiera; que no se le riñe ni se le azota nunca; que siempre es amado y protegido.
Si todo esto suena a fácil, natural y bello, es sorprendente, sin embargo, cuantos padres jóvenes a quienes les gusta la idea se las arreglan para entenderla mal.
Si una joven madre cree que hay que dejar a su niño de tres años que pinte la puerta de la casa con tinta roja fundándose en que así se está expresando libremente, es incapaz de comprender lo que significa la autonomía.

La diferencia entre libertad y licencia es lo que no pueden comprender muchos padres. En el hogar disciplinado, los niños NO tienen derechos. En el hogar desmoralizado, tienen TODOS los derechos. El hogar apropiado es aquel en que los niños y adultos tienen los mismos derechos. Y esto mismo se aplica a la escuela.
Hay que insistir una y otra vez en que la libertad no implica malcriar un niño. Si un niño de tres años quiere andar por encima de la mesa del comedor, simplemente hay que decirle que no. Debe obedecer, esa es la verdad. Mas por otra parte vosotros tendréis que obedecerle a él cuando sea necesario.
Tiene que haber cierta cantidad de sacrificio por parte del adulto si los niños han de vivir de acuerdo con su naturaleza interior. Los padres sanos llegan a una especie de transacción; los padres insanos o caen en la violencia o estropean a sus hijos permitiéndoles todos los derechos sociales.
En la práctica la divergencia de intereses entre padres e hijos puede mitigarse, sino resolverse, mediante un honrado toma y daca.

 

Los niños son muy prudentes y no tardan en aceptar las reglas sociales. No debieran ser explotados, como lo son con demasiada frecuencia. ¡Cuántas veces no dice un padre: Jimmy tráeme un vaso de agua” cuando el niño está entregado a un juego absorbente!

Una gran proporción de travesuras se debe a la manera errónea de tratar a los niños.
Mi mujer la dejaba jugar con cosas de adorno frágiles (refiriéndose a su hija Zoe menor de tres años). La niña las manejaba cuidadosamente y rara vez rompió alguna. Conocía las cosas por sí misma. Naturalmente hay un límite a la autonomía. No podemos permitir que un niño de seis meses descubra por sí mismo que un cigarrillo encendido produce una quemadura dolorosa. Es erróneo gritar con alarma en semejante caso; lo que hay que hacer es suprimir el peligro sin alboroto.
Librad al niño de gritos excitados y de voces coléricas, y será increíblemente sensato en su trato con toda clase de materiales.

El argumento habitual contra la libertad de los niños es: la vida es dura, y debemos preparar a los niños para que después se adapten a ella. Así pues, debemos disciplinarlos. Si les permitimos hacer lo que quieren, ¿cómo van a poder servir nunca a un jefe? ¿Cómo van a poder competir con otros que han conocido la disciplina? ¿Cómo van a ser nunca capaces de disciplinarse a sí mismos?
Las personas que se oponen a conceder libertad a los niños y usan este argumento, no advierten que parten de un supuesto infundado, no demostrado: el supuesto de que un niño no crecerá ni se desarrollará a menos que se le obligue. Treinta y nueve años de experiencia en Summerhill desaprueban este supuesto.

La vulgar suposición de que los buenos hábitos que no se nos hayan impuesto durante la primera infancia nunca los adquiriremos después en la vida, es un supuesto según el cual fuimos educados y que aceptamos sin discusión simplemente porque nunca se ha puesto en duda la idea. YO NIEGO ESTA PREMISA.

No es fácil darle libertad a un niño. Ello significa que nos negamos a enseñarle religión, o política, o conciencia de clase.

La naturaleza misma de la sociedad es hostil a la libertad. La sociedad –la muchedumbre- es conservadora y odia toda idea nueva. La muchedumbre exige uniformidad.

Nuestro sistema represivo de educación se basa fundamentalmente en el miedo: miedo a la generación nueva.

El adulto teme dar libertad al joven porque teme que el joven pueda hacer de verdad todas las cosas que él, adulto, quiso hacer. La eterna imposición al niño de las concepciones y los valores del adulto es un gran pecado contra la infancia.

Darle libertad es permitirle al niño vivir su propia vida. Dicho así, parece sencillo. Sólo nuestra desastrosa costumbre de enseñar, moldear, sermonear y coaccionar nos hace incapaces de comprender la verdadera sencillez de la libertad.
¿Cuál es la reacción del niño a la libertad? …Su principal manifestación exterior es un gran aumento de sinceridad y caridad, y además un decrecimiento de la agresividad. Cuando los niños no están bajo el miedo y la disciplina no son patentemente agresivos.

El enemigo malo de la libertad es el miedo… Los adultos que temen que la juventud se corrompa son los que ya están previamente corrompidos… Si a un individuo le impresiona algo, es por lo que más interés siente.

Tenemos que permitir a los niños ser egoístas. Cuando los intereses individuales del niño y sus intereses sociales choquen, debe darse la preferencia a los intereses individuales.

… No quiero decir que el niño tenga un camino de rosas. Hacerlo todo fácil para el niño es fatal para su carácter. Pero la vida misma presenta tantas dificultades, que las dificultades artificialmente creadas que nosotros presentamos al niño son innecesarias.
Creo que es un error imponer algo por autoridad. El niño no debiera hacer nada hasta que se forme la opinión –su opinión propia- de que debe hacerlo. La maldición de la humanidad es la coacción externa, ya venga del papa, o del estado, o del maestro, o del padre. Es fascismo in toto.

La libertad significa hacer lo que se quiera mientras no se invada la libertad de los demás. El resultado es la autodisciplina.

…hay una gran diferencia entre obligar a un niño a dejar de tirar piedras y obligarlo a aprender latín. El tirar piedras afecta a otros; pero aprender latín sólo afecta al niño. La comunidad tiene derecho a reprimir al muchacho antisocial porque interfiere los derechos de los otros; pero la comunidad no tiene derecho a obligar al muchacho a aprender latín, porque esa es una cuestión individual. Forzar a un niño a aprender corre parejas con obligar a un hombre a adoptar una religión por una ley del Parlamento. Y es igualmente necio.

Todo niño tiene derecho a llevar ropas de tal clase que importe un ardite que se manchen o no. Todo niño tiene derecho a la libertad de palabra.

Todo niño libre juega la mayor parte del tiempo durante años, pero cuando llega el momento, los inteligentes se sentarán y emprenderán el trabajo necesario para dominar las materias que piden los exámenes oficiales. En poco más de dos años los muchachos harán el trabajo que los niños disciplinados tardan ocho años en hacer.
El maestro ortodoxo sostiene que los exámenes sólo se aprobarán si la disciplina obliga al candidato a tener constantemente las narices sobre los libros. Nuestros resultados demuestran que con alumnos inteligentes eso es una falacia.
Ya sé que con disciplina aprueban los exámenes alumnos relativamente malos, pero me pregunto qué es de esos aprobados en la vida. Si todas las escuelas fueran libres y optativas todas las materias, creo que los niños encontrarían su propio nivel.

Estoy oyendo a unas madres fatigadas en la cocina preguntar con irritación: ¿Qué es al fin de cuentas todo eso de la libertad? Muy bueno para las mujeres ricas que tienen niñeras, pero para las de mi clase, no es más que palabras y confusión”.
Otra quizá grite: “Me gustaría, pero por dónde empezar?” “¿qué libros debo leer sobre el asunto?”
La respuesta es que no hay libros, ni oráculos, ni autoridades. Todo lo que hay es una minoría de padres, médicos y maestros que creen en la personalidad y en el organismo que llamamos niño, y que están decididos a no hacer nada para torcer esa personalidad y envarar su cuerpo con una intervención equivocada. Todos somos buscadores sin especial autoridad de la verdad acerca del hombre. Todo lo que podemos ofrecer es la exposición de nuestras observaciones sobre niños pequeños educados en libertad.

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